HERÁLDICA

Existe en el Ayuntamiento de Hoyales un viejo y semi borrado sello cuya significación heráldica resulta difícil de comprender al haberse borrado la simbología. Pudo haber sido un antiguo blasón, ya que contiene la leyenda “LA VILLA DE OIALES”. Por otra parte, en el Archivo Histórico Nacional se conserva otro sello ovalado con la leyenda “ALCALDÍA DE OYALES” en cuyo interior puede apreciarse una torre de tres almenas surmontada de tres estrellas. Al tránsito del siglo XX al XXI, el Ayuntamiento en pleno acordó el Escudo heráldico de Hoyales en el que, sobre campo de de gules, aparece un castillo de oro almenado de tres almenas, mamposteado de sable, clarado de azur y con tres estrellas en azur sobre las almenas. Se timbra con corona real abierta.

Por bandera tiene Hoyales una de dos franjas con los colores nacionales rojo y gualda.

HISTORIA

La escasísima documentación existente al respecto impide cualquier referencia fidedigna al momento en el que Hoyales (Ogialis, Oyales, Fojades o Fumales, en vetustas grafías) comenzase su andadura como núcleo poblacional. Sin embargo, A.L. Palomino, refiriéndose a las poblaciones actuales, entiende que hubieron de fundarse sobre asentamientos primitivos.

Con todo, la Villa de Hoyales nace a la historia documentada a partir del siglo X, cuando el conde Gonzalo Fernández decide repoblar las “tierras de nadie” habidas en la ribera del Duero y sienta sus reales en Haza, ya en la “extremadura castellana”. Llegados al siglo XI y a la sombra militar, política, económica y administrativa de Haza, se documentan 19 pequeñas poblaciones que dan origen a la Comunidad de Villa y Tierra. Entre ellas, aparece Hoyales, por más que en determinadas ocasiones dejase de formar parte de esta unidad político-administrativa, tan característica de la Edad Media en las tierras reconquistadas del sur del Duero.

El 18 de abril de 1232,don Pedro Garcíez, “tenente” de Haza y de los pueblos de su Comunidad y hermano de Santa Juana, hace donación testamentaria de Ogialis y de Fontealexandro a su hijo, Gonzalo de Pedro, a la sazón Abad de Husillos (Palencia), quien, a su vez, dona a la abadía su legado. Tal determinación abacial despierta los recelos de su hermano y nuevo señor de Haza, Pedro González de Marañón, quien entabla pleito por la jurisdicción de la aldea y unas rentas que ascendían a 3.490 maravedíes. Falla la Real Chancillería de Valladolid a favor de la Abadía, bajo cuya jurisdicción permaneció hasta el 7 de noviembre de 1376,

Durante ese siglo y medio el señorío de Haza y su Comunidad ha cambiado varias veces de mano y Enrique II confirma al frente del mismo en las Cortes de Toro (1371) a Juan González de Avellaneda, señor también de Peñaranda y de Iscar y de otras 20 villas y 30 lugares. Previamente, en 1311 y por privilegio de Fernando IV, adquiere Hoyales el rango de Villa.

Le sucede en Haza su hijo Pedro, quien convierte el señorío en “mayorazgo a favor de su hijo Juan, “que fue mucho rico y no mucho caballero” y que, entre otras muchísimas posesiones, era propietario de cinco casas en Valladolid. Las tales casas eran deseadas por el Abad palentino, don Gutierre Gómez de Toledo, hecho por el que propone una permuta a Pedro Gómez de Avellaneda. De esta forma el “encartado” se desprende de sus posesiones urbanas y adquiere la jurisdicción y rentas de Hoyales, Fuentelisendo y Villaster, que pertenecían a los clérigos de Husillos. Esta forma de acceso le permite excluir la Villa y las aldeas de mención del mayorazgo, por lo que las lega testamentariamente a su hijo bastardo, Juan González de Avellaneda, mientras que a su hija legítima, Aldonza, transmite el resto de sus posesiones, títulos y rentas.

Del bastardo hereda Constanza de Avellaneda el señorío sobre Hoyales y casa con Martín Vázquez de Acuña, hidalgo portugués, residente en Aranda (el plano de 1500 de Aranda, al referirse a una de las calles cercanas a Santa María, la denomina “en la que vive don Martín, señor de Hoyales”). Por su parte, Aldonza contrae matrimonio con Pedro de Zúñiga, perteneciente a una de las familias más importantes de la época en la Corona de Castilla.

Ansía Zúñiga la reagrupación de todo el señorío de Haza y entabla nuevos pleitos, parejos a rencillas personales e incluso a escaramuzas que se saldan con la muerte del alcaide de Haza a manos, según sentencia penal, de Martín de Acuña. Parece que el portugués no llego a ingresar en prisión, mientras se suceden los pleitos que son fallados siempre en favor de la línea bastarda de los Avellanedas, con lo que Hoyales permanece fuera de la jurisdicción de Haza hasta que la propia Constanza, camarera de la Reina Isabel y sin descendencia, decide vender sus posesiones a su Señora por 4 millones de maravedíes el 7 de marzo de 1504. Toma posesión de Hoyales y como alcaide de su castillo permanece hasta seis años después Sancho de Paredes, en nombre de Isabel la Católica.

Muerta la Reina y dado el estado mental de Juana I, pugnan por la gobernabilidad del reino de Castilla Fernando V y Felipe I, tratando de allegar a sus respectivos bandos al mayor número de nobles posible. En esta situación y conocidas las malas relaciones del conde de Miranda con los Reyes Católicos por haber sido los Zúñigas partidarios de Juana la Beltraneja, Felipe I decide en 1506 vender por seis millones de maravedíes Hoyales, Fuentelisendo y La Ventosilla a don Francisco de Zúñiga y Avellaneda (hijo de Aldonza), si bien esta venta no sería efectiva sino hasta 1510 y por solo cuatro millones. Martín Durango fue el primer alcaide del castillo de Hoyales en esta etapa de dependencia del conde de Miranda. La Villa vuelve así a la Comunidad de Villa y Tierra, de la que, en realidad y a efectos de usos comunes, nunca se había desprendido del todo.

A finales del siglo XVI, en 1590, se construyó (posiblemente fuese reconstrucción) la ermita de la Virgen de Arriba, si bien hay constancia documental de la existencia de otros dos pequeños templos a las afueras del caserío y en 1818 el Obispo de Osma la declaró Patrona celestial de la Villa. A partir de esta centuria la historia de Hoyales pierde intensidad, pasando sucesivamente y por políticas matrimoniales de la casa ducal de Peñaranda a la de Montijo y, de ésta, a la de Alba, sin que ello afecte de forma esencial a su modo de vida. Se producen, sin embargo, numerosos pleitos, sobre todo a lo largo de los siglos XVI y XVII; primero son Hoyales y Fuentelisendo los que litigan contra el Conde de Miranda por cuestiones fiscales y más adelante es la Comunidad toda la que pleitea contra la avaricia de los Zúñiga, dándose la curiosa circunstancia de que casi todos los litigios son ganados bien por la Villa hoyalense, bien por la Comunidad. Los archivos recogen otros varios pleitos de entre los que destacan el de 1669, cuando guardas de Hoyales requisan yunta y carro a dos vecinos de Fuentecen por pastar en terrenos hoyalenses; el de 1688, cuando se detiene a vecinos de Fuentecén y Fuentemolinos por intentar destruir el molino de Hoyales; el de 1693, donde los enjuiciados son vecinos de Hoyales por retirar sin licencia leña de los montes comunales, y el de 1725, que gana Hoyales a Fuentecén delimitándose sus respectivos términos municipales.

En estos años se realizan también diferentes amojonamientos y delimitaciones de los términos. A la vez y de forma lenta, algunos de los habitantes de Hoyales comienzan a ser propietarios de las tierras que cultivan, por más que el Catastro del Marqués de la Ensenada (siglo XVIII) atribuya más de la mitad de su término al Conde y 1/5 a la Iglesia, fijándose de forma clara las rentas en dinero y especie que cada uno percibía, alcanzando la Villa en 1787 un censo de 523 habitantes, de los que 2/3 estaban casados. Cien años antes, en 1663, el Conde y los concejos de Hoyales y Berlangas acuerdan abrir un cauce de riego (¿el cauce que atraviesa la vega y la localidad?), que se paga por terceras partes.

En 1778 y según inscripción habida en el ábside, se bendijo el nuevo templo parroquial de San Bartolomé, construido sobre otro anterior y cuyas obras no concluyeron sino en 1791, figurando como su autor Ángel Vicente Uvón, arquitecto de renombre en la Diócesis de Osma.

En la Guerra de la Independencia, Hoyales obtiene más perjuicio que honra: El 1 de junio de 1812 se allegó a la villa un destacamento francés que causó hondo quebranto en haciendas. Se llegaron a tasar en 100.000 reales los daños causados, sobre todo en ropa y viandas, pues andaban los imperiales mermados de avituallamiento, dándose el caso de que el mayor perjudicado fue el párroco, Pedro Crespo, quizás por ser el de mayor caudal. Se sabe de media docena de hoyalenses que participaron en las partidas de “El Empecinado”, quedando documentación fidedigna de Manuel Martínez (gran individuo de la Orden de la Cruz Roja), Simón González, que estuvo también con Manuel Chico y con el Cura Merino, Francisco Beneitez, hermano de Antonio Gil, que volvió enseguida con una yegua, y Antonio Parra, que estuvo preso de los franceses y regresó enfermo.

Suprimidos los señoríos por las Cortes de Cádiz en 1811, el acceso a la propiedad de la tierra se produce de forma lenta y no siempre en beneficio de los hoyalenses. Si bien existe documentación atestiguando compraventas anteriores, no será sino hasta los procesos desamortizadores del siglo XIX (Mendizabal, principalmente, y Madoz) los que cambian de manos la tierra, por más que diesen lugar a ciertos latifundios, al quedarse con ellas “subasteros” de Burgos y de Roa. No sería sino hasta el siglo XX cuando muchos de los aparceros de estos propietarios adquiriesen la propiedad plena, generándose un sistema de propiedad muy extendido en minifundios.

Entre 1848 y 1850 se publicó el Diccionario Geográfico, Histórico y Estadístico de España, debido al ministro Pascual Madoz. Como ocurre en otras muchas localidades, Hoyales no queda bien parado y se describe con no pocos errores la localidad y su término, olvidando entre su producción los garbanzos, de los que 1816 Bartolomé Joly escribió que eran “los mejores de toda España”

Hito trascendente en la historia de Hoyales y de la Comunidad es también la Carta de Nueva Planta, de Javier de Burgos (1883), por la que se crean las nuevas demarcaciones provinciales. Queda la Comunidad de Haza en Segovia, sin embargo, dado que se precisa agrandarse la provincia de Burgos, los límites se bajan y, exceptuando Aldeanueva y Aldehorno, todo el viejo señorío se convierte en burgalés con dependencia del partido judicial de Roa, salvo Castrillo, que se integra en el de Aranda. Algo similar ocurre un siglo después en la administración eclesiástica. La gran diócesis de Osma cedió luengos territorios a mediados del siglo XX a la archidiócesis de Burgos, a la que pertenece Hoyales desde entonces.

No se registran acontecimientos dignos de mención en el siglo XX como no sea la trágica participación de Hoyales en la Guerra Civil: Cinco hoyalenses cayeron en el frente de batalla en las filas “nacionales” y otros 7 fueron “paseados” en el propio pueblo. La década de los sesenta inició la modernización de la Villa: Superados los mil habitantes de censo, se construyeron las casas de la calle Federico Mayo y las modernas escuelas, a la vez que se iniciaba el pavimento de las calles y la acometida de las aguas con su correspondiente saneamiento.

Con todo, fue en esa época cuando se inició el proceso migratorio que despobló la localidad y cuando se produjo el cambio en el modo de vida. Tan es así que aquel millar de habitantes, apenas supera hoy los 250 y que no es ya la agricultura el medio de vida fundamental. La implantación en Aranda de la factoría “Michelín” frenó la sangría migratoria en los setenta, propició cierta recuperación económica y dio paso a que bastantes jóvenes trabajasen en el extrarradio aún residiendo en la localidad. Por fin, la consolidación de la concentración parcelaria en 2009 abre una nueva vía a la vocación agrícola de Hoyales, bien que dificultada como consecuencia de un nuevo sistema de riego que debe ser pagado por la propiedad de la tierra en momentos en los que las rentas agrarias andan asaz mermadas.